dimarts, 16 de febrer del 2016

Disparen sobre la escuela

La escuela no se salva. La han puesta contra el paredón, la han abandonado en un paisaje desértico con los ojos vendados y las manos atadas. Todos le disparan, justamente cuando ella se siente más disminuida, menesterosa, ajena a los sueños y a los ideales que la alimentaron por un par de siglos…”

Así empieza el texto Educar para Competir, un documento donde sus autores tratan lo que para mí es uno de los temas claves de todo: Sociedad y escuela.

Durante estas páginas se pone de manifiesto, sin tapujos, sin complejos, podríamos llegar incluso a decir que sin tacto, la compleja relación existente entre ambas, haciéndonos reflexionar sobre el papel que tenemos cada uno de nosotros como parte de la sociedad que somos.

Este es el principal fin de este documento, el de dar lugar a la reflexión, y lo hace de una manera brutal, sin darnos, prácticamente, opción a elegir. No da conclusiones, y si en algún momento lo hace son meras pinceladas, manifestando lo que hay y lo que es, y lo debería, supuestamente, haber y ser.

Crisis de valores, incongruencias, una total falta de desprestigio a la figura del docente, cuanto  más a aquellos que se dedican a las asignaturas “marías” (aquí nos encontramos nosotros, compañeros), una falta, en definitiva, aunque nos neguemos a reconocerlo, de consideración a la escuela, lugar donde se sigue impartiendo aquello que todos reclamamos, pero que nadie cuida: la educación.

Tenemos la escuela, y por consiguiente, la educación que nos merecemos, aquella que queremos, o mejor dicho, tenemos esta educación porque no la queremos. Porque si la quisiésemos la cuidaríamos, lucharíamos por ella, no nos dejaríamos llevar por la corriente… no la abandonaríamos.

Porque “la sociedad se ausenta, exigiendo lo que no ha dado, suponiendo lo que nunca dijo”, y en todo ello, nosotros, que no somos simples individuos conformando la sociedad, sino que somos mucho más, tenemos un rol clave, único, dignificador.

Por y para la escuela, por y para nuestra asignatura… no nos ausentemos.




dilluns, 15 de febrer del 2016

Gorra, pito y crono Versus Educación Física


Decir que, esta noticia, de la cual estuvimos hablando y tratando en clase, una sesión en IDIIE, en la sala de informática. Me resultó muy curioso y, por eso, es que escojo esta noticia, para que, a partir de aquí, podamos debatir y reflexionar acerca de este artículo. 
Este artículo de Barahona, J.Díaz (2015): ´´Gorro, pito y crono Versus Educación Física'' Valencia.

A partir de esta noticia escogida, daré mi opinión sobre la misma.
Dice así (...) 

Me aventuro con la siguiente afirmación: mientras que la mayoría de nosotros conoce a personajes Gasol, Nadal, Bolt, Michael Phels o Serena Williams, no tiene la más remota idea de quien es Haroche, David J. Wineland, Mo Yan, Yamanaka, Lefkowitz o Kobilka. Los primeros, has acertado, son populares deportistas, los segundos, un elitista grupo de anónimos profesionales con menor salario y relevancia mediática; a pesar de ser las mentes más brillantes de la literatura, la medicina, la química, la física o la economía -todos ellos han sido galardonados con el premio Nobel (2012)- personas que con su trabajo salvan vidas o contribuyen a nuestro bienestar. 


Nuestro oficio no trata de ayudar a que las personas sean
mejores jugadores, sino que sean mejores personas 
a través del juego deportivo”. R. Velázquez.



¡Tremenda e ilustradora asimetría! Pero es lo que hay. Lo he comprobado cuando he viajado al extranjero y he revelado mi nacionalidad. En numerosas ocasiones me han preguntado por el FC Barcelona o por Casillas, pero nadie se ha interesado por el insigne Machado o por el Dr. Ramón y Cajal: porque obviamente no los conocen. Y en tono de humor propongo: ¡Llevemos a nuestros hijos a los estadios, vaciemos las facultades! 
Hago estas analogías para mostrar como el deporte constituye uno de los grandes fenómenos (mediáticos sociales, culturales, económicos o políticos) con los que podemos identificar el mundo actual. El deporte es una referencia ineludible cuando tratamos de comprender cómo es la sociedad actual, pues como decía Cagigal J.M. (1981), "vivimos en una sociedad deportivizada" No se congregan multimillonarias audiencias para escuchar un discurso económico, político o una tertulia literaria. Sí las registran un mundial de fútbol, unos Juegos Olímpicos o el desenlace de la Super Bowl.
Puesto que el sistema educativo es fiel reflejo de la sociedad donde se ubica, se justifica la enorme influencia de los deportes en los sistemas educativos de España y el resto Europa; se explica que la enseñanza deportiva –junto con la condición física- haya sidoconsiderado como el contenido estrella, la marca emblemática por la  que se ha identificado la educación física.
Sin embargo Deporte y Educación no tienen por qué conjugarse, es más, en ocasiones representan realidades antagónicas. El deporte no es necesariamente una práctica educativa. No hay más que ver los casos recientes de doping del mejor ciclista de la historia (de gran campeón a gran tramposo, que ha reconocido: "me dopaba para ganar a cualquier precio [...] mi cóctel era EPO y testosterona") o los casos de apuestas fraudulentas en el fútbol. Tampoco las imágenes violentas, xenófobas o los episodios racistas que recogen los medios de comunicación cada fin de semana, resultan muy edificantes o educativas.
Sin embargo hemos de ser justos y reconocer que el deporte es una moneda de -al menos- dos caras, una muy valiosa y otra carente de valor pedagógico. Hay que decir que deporte per se no es ni bueno ni malo: es el contexto el que va a determinar su carácter. Puede desarrollar tanto el “espíritu de equipo” como engendrar el “espíritu individualista”, educar el “respeto a la norma”, como el “sentido de la trampa”. Desarrollar la empatía hacía el otro o despertar un odio furibundo al rival. Es necesario pues, determinar unas condiciones didácticas en su práctica que nos permitan convertirlo en un producto educativo.
Este carácter bipolar del deporte nos obliga a tomar una posición profesional y moral sobre algunas cuestiones: ¿todas las prácticas deportivas son saludables y promueven valores positivos?,  ¿es el deporte un instrumento educativo fuente de bienestar, o una práctica segregadora, elitista y excluyente?
¿Se debe adaptar el deporte al niño y a la escuela,
o el niño y la escuela al deporte? 
Como vemos hacen falta respuestas, argumentos que hagan del deporte escolar una herramienta formativa y no un escenario de vivencias personales y  académicas negativas.
A ello vamos a dedicar las siguientes reflexiones que partiendo de unas consideraciones retrospectivas.
El deporte escolar tiene su origen en las “Public Schools” inglesas, introducido por Thomas Arnold (1828)[1]; esas prácticas agonísticas eran la forma anglosajona de interpretar la Educación Física. A lo largo del siglo XX se ha introducido en nuestro país (llegó con la IIª República gracias a la Institución Libre de Enseñanza y se confirma en práctica dominante durante el segundo tercio del siglo XX, el deporte se convirtió en la actividad física por excelencia en las aulas de Educación Física) siendo hoy día elementos curricular básico. Al tratarse de un fenómeno diverso, dinámico y cambiante, resulta difícil de acotar con precisión.  ¿Tiene algo que ver el boxeo con la gimnasia rítmica, el ajedrez con la maratón?, ¿la natación con el montañismo? ¿Corresponde al mismo universo práxico el fútbol practicado en el patio de un colegio o jugado en el Camp Nou?
Estas cuestiones evidencian que el deporte es un concepto polisémico, que alude a realidades diferentes.  Por ello es más apropiado hablar de deportes (en plural) que de deporte (singular); cuando lo adjetivamos, sabemos con mayor precisión a que realidad estamos mirando. Cuando decimos deporte educativo, deporte competitivo, deporte adaptado, deporte de aventura o deporte educativo, somos más conscientes de la realidad aludida. Y Ahora vienen otras dudas relevantes: de las formas en las que puede metamorfosearse la práctica deportiva ¿cuál tiene cabida en la escuela? ¿Los educadores físicos debemos apostar deporte educativo o educación deportiva
¿Debemos educar para el deporte o a través del juego deportivo?
Muchos profesionales ya han resuelto estas cuestiones: lo propio es utilizar el deporte como una práctica educativa cuyo leitmotiv sea  el desarrollo integral de los educandos, una apuesta clara por utilizar el deporte como un instrumento subyugado a intereses educativos. Sin embargo existen otras sensibilidades profesionales, todavía muy enraizadas, que apuestan por una enseñanza deportiva pura -y a veces dura- que tome como referencia el deporte de competición, siendo el bien más preciado el rendimiento deportivo. 


El deporte dice Cagigal “es una escuela para la vida" porque reproduce a
menor escala lo que es la vida, es un microcosmos amable que nos educa
a través del juego.
 

Para ilustrar mi posición sobre el tema quisiera hacer una respetuosa aportación. Mientras que ningún padre entendería -por caricaturesco y absurdo- que el profesor de literatura de su hijo intentara convertirlo en un gran escritor, el de música en un insigne compositor (en lugar de desarrollar su cultura y sensibilidad musical), o el de plástica, formarlo como pintor y escultor: ¿por qué algunos educadores físicos se empeñan en tratar a sus alumnos como a deportistas? ¿Se sienten más entrenadores que educadores? ¿Por qué sus clases parecen minientrenamientos? Y por elevación me cuestiono lo siguiente: ¿por qué cada vez que los deportistas españoles cosechan menos medallas en unos JJOO, el Ministro de Educación de turno (curiosamente de cultura y deportes) dirige su mirada a la escuela? 
¿Debemos ser centros de alto rendimiento educativo o centros de alto rendimiento deportivo? ¿Acaso deben ser los colegios e institutos un vivero de campeones?
Una muestra que ilustra cierto desenfoque de lo que debe ser la educación física la dio otra colega Ministra (no la del Confeti como la llaman maliciosamente algunos), la de Sanidad. Dijo que, puesto que la obesidad se considera una pandemia (OMS), iba a recomendar que en los centros educativos se practicara una hora diaria de ejercicio físico (5 a la semana). Pronto surgieron las mentes irónicas de algunos colegas que ya se veían gestionando la materia como suerte de asignatura quema-calorías o terapia masiva de adelgazamiento. Trabajar para ver amigos y colegas de profesión.
Deseo acabar mis reflexiones citando a Denzil Crum, toda una institución en el báquet universitario norteamericano, un entrenador con pedigrí educador que dice: "Para un entrenador, el resultado final no se lee en puntos a favor o puntos en contra. Se lee con el número de hombres y mujeres que has sabido formar de tantos jóvenes jugadores. Y éste es un resultado que ningún periódico, estadística o libro de récords publicará nunca. Éste es el resultado que uno se lee a sí mismo, cuando el último partido acaba".  
Nuestra valía como profesores no se debería medir por el número personas que hemos enseñado a jugar a baloncesto o fútbol, sino por las veces que, utilizando este deporte, hemos ayudado a formar personas.


dijous, 4 de febrer del 2016

Educación Física: una asignatura muy necesaria, aunque no siempre...

Hace unos años tuve la oportunidad de leer un artículo sobre la Neuropsicología en la escuela, de J. A. Portellano Pérez, el cual me dejó bastante sorprendido. El autor plantea la necesidad de modificar la dinámica educativa en función de una educación cerebral más armónica, que preste mayor atención a las funciones del hemisferio derecho. Parece ser que varios estudios han demostrado que existe una hipertrofia de la funcionalidad del hemisferio izquierdo frente a una atrofia en las posibilidades de estimulación que nos brinda el hemisferio derecho.

En este sentido, desde los centros educativos la distribución horaria de la carga lectiva debería transformarse de forma que el HI y el HD tuvieran una cabida armónica en los programas docentes de la escolaridad básica. Los actuales criterios de orientación escolar tendrían que tener en cuenta las diferencias funcionales hemisféricas de cada alumno, para explotar y conseguir la máxima estimulación de su capacidad de aprendizaje.


En el vídeo de Ken Robinson, la idea que mejor resume el conflicto del sistema educativo actual se muestra cuando al principio dice: “El problema es que están intentando enfrentarse al futuro a base de hacer lo mismo que en el pasado, y en el proceso están alineando a millones de niños que no ven ninguna utilidad en asistir a la escuela”.

En la línea del artículo sobre neuropsicología que he nombrado antes, Ken Robinson comenta que las artes son las víctimas de esta mentalidad en especial. Las artes tratan la idea de experiencia estética, en la que los sentidos están funcionando en su máxima capacidad. Aquí es donde la actividad física y el deporte podrían adquirir un papel importantísimo, e incluso anteponerse a todos esos medicamentos que atacan al sistema nervioso con el fin de conseguir la máxima concentración el  los niños que tanto la “necesitan”. Si somos conscientes del gran potencial que nuestro campo alberga, deberíamos aprovechar para formar en valores a nuestros alumnos y conseguir que se desmarcasen un poco de la actual situación monótona de sus estudios.

Potenciar la autonomía, la creatividad, y en concreto el pensamiento divergente, son una buena idea al respecto. Y posiblemente no sea algo tan complicado, sino más bien una cuestión de lógica. El uso de los deportes reglados y la enseñanza de sus técnicas pueden resultar interesantes para el currículum dentro de la asignatura de Educación Física, pero en muchas ocasiones se abusa de ello. ¿Por qué no alejarnos un poco de la gimnasia tradicional y sus ejecuciones técnicas, e inclinarnos por la imaginación y creatividad de nuestros alumnos que tanto pueden llegar a aprender a través del contacto con su cuerpo?